Thursday, October 28, 2010

Ese bruñido rayo


Con motivo del centenario del poeta Miguel Hernández quiero dejaros un anticipo de mi próximo libro "Un pastor ante la muerte" este poema está inspirado en la obra del poeta, espero que sea de vuestro agrado, también se puede leer en el blog :

http://mhernandez-palmeral.blogspot.com/2010/10/ese-brunido-rayo.html

Muchas gracias Ramón por publicarlo y acercarnos hacia la obra del gran poeta del pueblo.




Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar de hielo bala.
MIGUEL HÉRNANDEZ


ESE BRUÑIDO RAYO

Y se quedaron mudos los sembrados
como la faz del toro ante la espada,
como la dulce esquila sin badajo.
Un estruendo de chivos respondía
con sonidos de cuernos y de barbas
que cortaban el aire desabrido
con violencia, con furia desatada,
levantando el estiércol sin apuros
con un temblor terrible de pezuñas,
de relámpagos, truenos y cascarrias.
Ese bruñido rayo que no cesa,
que amanece en el verso y la palabra,
sufriendo por la pena que persigue
el corazón del silbo vulnerado.
Muerden las yermas zarzas las primalas
mientras sangra su lengua arrepentida,
como sangra la fuente que se agota
cuando aprieta la tétrica sequía.
Sigue soplando el viento, compañero,
ese viento del pueblo que recorre
las raíces, las vértebras, las lágrimas
que fluyen entre nanas y cebollas
por los niños yunteros, por los yugos
y el acero afilado que desgarra
los centenarios troncos retorcidos,
la luz en la mirada adolescente
que se cubre de sangre, de tristeza
por la enorme amargura que cabalga
en oscuros corceles por las venas.
Pero ese viento sigue, compañero,
como sigue la voz de los poetas
desgranando el profundo sentimiento
de un esposo soldado, de los puños
que gritan libertad de calle en calle,
con firmeza brutalmente esparcida.
Amamantan la tierra los arados
con el sudor caído de los hombres
cuando tiemblan las hoces, las azadas
en las heridas manos labradoras.
Cubren los surcos de un perito en lunas
los pétalos caídos del almendro
con un néctar de nata, de zurrones
donde viajan los libros, los poemas,
mientras el hombre acecha ante la muerte
reteniendo el ingrávido garrote
con su furia de uñas y de dientes,
prolongando la angustia, la agonía
reflejada en romances de recuerdos,
romanceros de ausencias donde sigue
tanto amor combatido, tanta pena,
tanta lucha vivida, tanto duelo
de un labrador con brío, de más aire,
que agoniza ante el surco de las hoces
al teñirse de rojo la alborada.
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Adrián Pérez Castillo (Del libro: Un pastor ante la muerte)