La luz del abismo
En
silencio se mueren las estrellas
junto
a la luz sangrante de los ojos,
que
suspiran furtivos en la noche
por
la esperanza rota,
por
la tinta disuelta en el papel
donde
yace mi nombre en una esquela.
Mastico
un agrio aliento de Isabeles
que
nunca me entregaron ese amor
nacido
en mi penumbra.
Me
llevo las mentiras de los labios
que
dilatan su sexo, con el frío
que
cortan las tijeras los hilos de la vida.
Transito
por la luz,
esta
luz del abismo que me abraza
como
la niebla abraza los hayedos
en
el latido oculto de los valles.
Fueron
rastrojos estos años
donde
las ilusiones se perdieron
gota
a gota, gimiendo entre cuchillos
por
el silencio gris de los cabellos
que
atrapan los lavabos,
por los surcos nacidos en la frente,
como
nace la pena en el calvario
de
una estéril mujer, de un hombre solo
que
derrama su semen en la tierra,
en
el mar que sazona las heridas
bajo
un golpe de azada
en
la fértil condena del silencio.
II
Esta
luz del abismo se extiende como el párpado
roído
por un cuervo,
como
el corrupto vómito del hígado
que
anida putrefacto en los hoteles,
donde
los maletines se contraen
como
un eterno amor prostituido,
como
los nimbos que castigan las
playas
en verano,
como
la sombra que se oculta
detrás
de los prepucios mutilados,
detrás
del bisturí que atraviesa los senos
con
voces de gangrena,
donde
se agota un llanto de pezones.
III
Se
humedecen los herpes del asfalto
con
las arterias rotas,
con
el hielo que fluye de los ojos;
y
una cruz, atraviesa las umbrías
como
un relámpago confuso
por
cada atardecer siniestro
donde
muere una voz, donde el olvido
carcome
las mortajas
mientras
se esparcen las cenizas
con un frío temblor de crematorios.
Cada
noche un candil rompe el silencio
y
se enciende una lámpara de luto
con
la luz del abismo.
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Adrián Pérez castillo.