
Hemos visto mi amor, las arboledas
embriagadas de otoños, los torrentes
que nutren con su música de fuentes
la armonía de un cauce entre roquedas.
Fueron quedando atrás las polvaredas
del estío y los páramos calientes,
cuando el bochorno agota las corrientes,
y siguen floreciendo rosaledas.
Acércate mi amor, la tarde ajada
se mezcla con los nítidos sonrojos
que un mágico crepúsculo diluvia.
Hoy bendigo esta nueva madrugada
contemplando el murmullo de tus ojos,
ojos de un cielo limpio tras la lluvia.
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Adrián.